Un dia indeterminado de la semana, en aquel año que ya no se recuerda, y a una hora que ya pasaba del medio dia, ellos se encontraron, era la primera vez que se veían, sus miradas se cruzaron. Un "Hola" de cada uno y un "Bye". Solo eso, así fué. Una como tantas historias que ocurren a diario, que acontecen cualquier dia, de cualquier semana, de cualquier año y en cualquier lugar, sin que a cualquier ser humano le importe. Solo pasa y ya.
Iban Tomás y Bernardo camino a la cancha de fut, donde jugaban todos los jueves a las 21:00 hrs., el equipo ya estaba calificado y solo restaban 2 partidos mas, aun asi, el equipo quería ganarlos. Una cuadra antes de llegar observaron una ambulancia parada y muchos mirones alrededor, sintieron curiosidad, pero siguieron su camino, ya casi era hora. Al llegar a la cancha casi no había nadie, solo el encargado de dar los "roles" de juego, la señora de limpieza, y unos cuantos jugadores del que sería el equipo contrario. Se extrañaron de que no hubiera llegado nadie de "Camels", su equipo, ni si quiera Diego, el capitán y organizador del equipo, además del mejor amigo de Bernardo. Don Chema, el que dá los roles, les dice que algo pasó con alguien de su equipo, ya que todos habían salido corriendo a donde estaba la ambulancia, de inmediato ambos salieron a dicho punto. Al llegar estaban todos los demas, casi todos llorando. Un microbusero había atropellado a Diego y del impacto lo aventó unos metros, para despues, pasarle por encima de medio cuerpo. El microbusero se pasó el alto y además, se dió a la fuga. Diego, confiado de ver el verde para peatones, cruzó sin saber que un imbécil no lo respetaría y de un golpazo le quitaría la vida y su posible futuro como futbolista. Diego tenía talento y mucho, y pronto estaría en las filas de un equipo de "primera a" en el Edo. de México. Pero esa noche, el sueño no llegó y la vida el microbusero le quitó. Bernardo no podía creerlo, se arrodilló ante el cuerpo inherte de su mejor amigo y lo abrazó, lloró hasta que los paramédicos y el forense le pidieron que se levantara. Todo mundo quedo consternado y Bernardo jamás volvió a ser el mismo.
Don José y Doña María vivían en el apartamento # 202, de la Calle Independencia # 51-B, en la colonia centro de una ciudad de la república mexicana. Ambos tenían la edad aproximada de 88 años. Un buen día desaparecieron. Los vecinos cuentan que eran una pareja muy feliz y accesible, siempre saludaban y eran muy amables. Sus hijos jamás los visitaban, pero ambos ancianos siempre platicaban maravillas de ellos. Aquel día de Mayo, los vecinos hablaron a la guardia municipal, porque les extrañaba que llevaba mas de 1 semana que no oian ruidos y que Don José no bajaba a comprar su Diario Reforma, en el puesto de la esquina. Los policias entraron y no encontraron nada, todo estaba en su lugar y aparentemente no faltaba nada, solo Don José y Doña María. Pasaron unas semanas y por fin los hijos hicieron aparición, pero para llevarse todo lo que había, muebles, ropa, joyas, refri, todo, todo menos dinero que no había, cosa que los extrañó. En cosa de 3 dias lo vaciaron y pusieron en venta. Jamás preguntaron nada a los vecinos, jamás preguntaron que había pasado con sus padres.
2 comentarios:
te la mamaste con este post.es la segunda vez que entro a tu blog y es la primera que me gusta,escribes padre.
Gracias, espero regreses, aunque no he puesto este tipo de posts, pero pronto.
Saludos.
Publicar un comentario